Más que un cambio de alimentación, la primera cosa que debemos plantearnos antes de comenzar cualquier cambio de hábito, es hacer las paces con nuestro cuerpo, ya sea que nos interese hacer un cambio por salud o por vernos mejor.
Como mujeres llegamos a ser muy crueles con nosotras mismas, la televisión, las revistas, la presión social; nos bombardean con lo que debería ser “perfecto” o “hermoso” y aunque son muy lejanas a la realidad, lo creemos y yo soy una de ellas.
Esto me ha hecho reflexionar muchas veces, porque mentiría si dijera que sigue sin importarme del todo, creo que es algo con lo que batallo y con lo que muchas batallamos, y desde que decidí que cambiaria mi estilo de vida y mejorar mis hábitos alimenticios, me di cuenta que el primer cambio que tenía que hacer era reconciliarme con mi cuerpo, agradecer lo maravilloso que es y lo que es capaz de hacer por mi, asombrarnos por esa máquina perfecta que tenemos que es capaz de dar vida, admirar hermosos paisajes, correr, abrazar…
Tú creaste mis entrañas; me formaste del vientre de mi madre.
Salmos 139:13-14
¡Te alabo por que soy una creación admirable!
¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!
Las palabras tienen mucho poder, podemos agradecer y pedirle perdón a nuestro cuerpo, podemos bendecirlo por lo que es y tener contentamiento, esto no quiere decir que no hagamos nada por mejorarlo y por mejorar lo que sea bueno para nuestra salud o nuestro aspecto, pero sería un muy buen comienzo plantearnos las cosas buenas que tiene y que nos puede dar.
Te invito a que pienses un momento en eso que más te gusta de tu cuerpo, lo bendigas, lo apapaches y pidas perdón por esas veces que no lo has apreciado lo suficiente, que lo has comparado, piensa en como puedes mejorar tus hábitos, cambiar tu alimentación, dormir mejor, hacer ejercicio, hacer un compromiso de amor con él, créeme, marcara la diferencia.
Lo que la palabra nos aconseja es:
“En la lengua hay poder de vida y muerte quienes la aman comerán de su fruto.”
Proverbios 18:21