Si el liderazgo es una parte inherente a la existencia humana, es decir que no me puedo evadir de la responsabilidad que conlleva vivir y pertenecer al mundo, las comunidades, mi familia y a mi misma; entonces vale la pena que aprenda a desarrollar las habilidades que me permitan no solo sobrevivir, sino ser exitosa en el propósito para el que he sido llamada.
¿Y porqué es esto importante? porque gestionar la vida con habilidades de liderazgo permite que la experiencia sea mas valiosa, los resultados más significativos y, sobre todo, el impacto en otros sea mejor.
En otras palabras, incorporar las habilidades de liderazgo es como manejar un vehículo de alta tecnología, el paseo es más ameno, y avanzas con menor esfuerzo y mayor velocidad.
En mi experiencia acompañando a otros a desarrollar su liderazgo, puedo decirte que estas habilidades se aprenden y ejercitan como un músculo en el gimnasio: con constancia y repetición, y al igual que en este ejemplo, la determinación viene de un compromiso interno, una convicción sin la cual no podríamos ponemos en pie, apartar el tiempo y hacer la rutina de ejercicios.
Todas queremos cambiar o mejorar aspectos de nuestras vidas, algunos desde hace años forman parte de nuestros propósitos de inicio de año o listados de oración, sin embargo, quererlos cambiar no es suficiente… necesitamos una llave que abra la puerta, que nos mueva de la intención al avance, de las ganas a la verdadera transformación.
No existe cambio sin conciencia, la conciencia es la capacidad de darme cuenta, verme, cuestionarme… es el sistema operativo desde el cual hay crecimiento; si mi sistema operativo está desactualizado, esos nuevos programas (nuevos retos, roles, desafíos, pruebas) estarán funcionando desde maneras de pensar antiguas, que no me llevarán a cumplir mi propósito.
¿Y cómo se accede a la llave de la autoconciencia? Lo primero es la intención, debo querer verme, revisarme, cuestionar mi manera de pensar y chequear con otros mi impacto. ¿Qué dice la Biblia al respecto? un ejemplo claro está en las oraciones de David:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce los pensamientos que me inquietan. Señálame cualquier cosa en mi que te ofenda y guíame por el camino de la vida eterna”
Salmos 139:23-24.
David pide a Dios que le deje ser consciente de si mismo, le amplíe la perspectiva, le de retroalimentación y le muestre los puntos ciegos para cambiar y ser mejor.
Para ser consientes debemos comenzar escudriñando nuestro corazón, nuestras necesidades, intenciones y limitaciones; es una tarea de la vida que implica coraje y honestidad con otros y nosotras mismas. La buena noticia es que no lo hacemos solas, tenemos de nuestro lado al Espíritu Santo como revelador, intercesor y consolador, un Jesucristo divino y humano que es empático y amoroso, y un Padre Dios soberano que ha preparado planes buenos y requiere de nosotros una versión más consciente para bendecirnos y promovernos. Te invito a que hagas la misma oración de David y dejes que la obra de transformación se afiance en ti.
Lo que la palabra nos aconseja es:
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce los pensamientos que me inquietan. Señálame cualquier cosa en mi que te ofenda y guíame por el camino de la vida eterna”
Salmos 139:23-24