Por: Margarita R. González Juárez
Psicóloga
Cortesía de Revista Karitas, Ed. 21
Mi papá me cuenta que cuando tenía 15 años, por voluntad propia quiso hacer su Primera Comunión. En ese tiempo, él y su familia vivían en Cd. Juárez, Chihuahua, donde los calores del verano pueden hacer sentir a sus habitantes que prácticamente se derriten. Al preguntarle el porqué de su decisión, rápidamente contestó: “¡ni de chiste quería sentir que me derretía por una eternidad!
Y así nos preguntamos, ¿qué es lo que lleva a un niño a buscar un alimento a su espiritualidad?
¿Cuál es la razón por la que, si le hablamos de asuntos de la fe, se los apropia inmediatamente sin dudar?
El Dr. David M. Casinos en su libro “Cuatro maneras de conocer a Dios, explorando los estilos espirituales de los niños” nos explica:
“Al parecer algunas personas creen que es posible escoger si uno va a ser o no una persona espiritual. Aunque la espiritualidad se entiende en diversas formas de una tradición a otra, todos los seres humanos son espirituales.” Y ampliando la posición de este estudio canadiense, podemos agregar que la espiritualidad se refiere a la relación con un ser o un poder que trasciende los límites de lo ordinario.
En la actualidad nos encontramos con perspectivas diferentes acerca de si como padres, hemos de inculcar valores religiosos a los niños.
Estas van desde la posición de las religiones existentes, en donde desde la más tierna edad se instruye al niño en los aspectos primordiales de su fe, hasta el concepto de dejar al niño crecer como pensador libre, para no violentar su derecho de pensar por él mismo. Pero ellos no saben de estas cosas de adultos y en nuestro día a día con los pequeños, es un hecho que su curiosidad innata por saber más acerca de los misterios de la espiritualidad, y sus típicos por qués en la materia no nos dejarán escapar tan fácilmente.
Cuando descubrimos nuestro centro, también encontramos en él refugio y ancla cuando la vida se torna demasiado abrumadora.
¡Nunca es demasiado temprano!
Háblale de la fe, escucha música con letras que hablen acerca de Dios. Una mamá acostumbraba dar gracias por los alimentos cada vez que amamantaba a su bebé recién nacido.
Hazle notar la perfección del micro y macro cosmos, y del Dios que la creó para nosotros.
Siempre habrá personas en nuestra comunidad que requieren atención y cariño, anímalos a que creativamente busquen formas de alcanzarlos. De hecho, notarás que es un impulso humano natural el querer hacerlo.
En sus comentarios encontrarás interesantes cuestionamientos acerca del Dios al que van conociendo. En una nota que escribió en su cuaderno cuando estaba a solas, Juanita de 8 años, expresa: “Querido Dios, en vez de dejar que la gente muera y luego tener que hacer gente nueva, ¿Por qué no te quedas con la que ya tienes?” ¡Qué pena que Juanita no tuvo alguien con quien compartir su profundísima averiguación!
y está cien por ciento seguro que los relojes lo miran, que criaturas indefinidas se escurren dentro de las paredes y que adentro del closet se anida una convención de monstruos. En sus temores, puedes guiarlo a aquellas verdades de tu religión que lo ayudarán a superar dichos miedos.
Guíalos a tener un tiempo de comunión con Dios, agradeciéndole algo que haya sucedido durante el día, pidiendo perdón por alguna ofensa que hayan cometido y presentándole algo que quieran llevar a cabo al día siguiente.
Aprovecha el momento para afirmar aquellas habilidades y talentos incluidos en el diseño único de tu hijo. Y que puedan decir como Julieta, de 10 años: “Gracias por una mami que me ama tanto…y que me ayuda a saber cómo puedo hacer una diferencia en el mundo”.
Te animo a hacerlo, así podrás estar tranquilo que no solamente su intelecto y sus emociones están desarrollándose, también su espiritualidad, y los frutos en el futuro serán una hermosa cosecha de paz y tranquilidad.
La Palabra nos dice:
Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.
Proverbios 22:6 RV