La mayor prueba de amor

Por: Paoyin García C.

  Un día como cualquier otro, una de mis hijas se levantó y sintió incomodidad en una uña del pie, pensé que era una infección sencilla, posteriormente fui en busca de un podólogo de confianza y ahí me indicaron que ellos no podrían tratar esa uña pues debía buscar un dermatólogo.

Una buena amiga nos recomendó una doctora excelente y decidí llevarla a consulta, ahí la doctora nos comunicó que era un granuloma, que es un tumor pequeño que igual puede ser benigno o maligno.

La doctora la programó para cirugía esa misma semana, mi fe estaba bien puesta en Jesús y Daniela aún más fuerte, no existía temor alguno pues he aprendido a descansar en sus promesas, por lo tanto, mi hija es igual. Llego ese gran día y se realizó la operación, y muchos testimonios milagrosos: el primero, una de las enfermeras afirmaba haber visto más doctores de lo común en el quirófano ¡y no fue así!, después entendí que habían sido ángeles que entraron a resguardar. Permanecí orando y la doctora no daba crédito de cómo podía aguantar Daniela sin gritar, ni siquiera guardaba silencio, ella permaneció riéndose y platicándoles como sin nada. 

 La recuperación fue sobrenatural igualmente, no tuvo que tomar ningún medicamento para el dolor, y permanecí en paz y tranquila en ese proceso confiada esperando los resultados de patología que indicarían si era benigno o maligno el resultado.

Uno de los versículos que me ayudo en este proceso:

Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, y no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que puedan soportar

1 de Corintios 10:13

Al final llegó el día de la entrega de los resultados de patología y gracias a Dios y para su honra y gloria salieron negativos a cáncer. He aprendido que, si tengo fe, los milagros ocurren, y mi hija también lo ha aprendido también, la veía confiando en sus promesas aún en medio de esos momentos de gran prueba.

Decidí alabarle fuera del consultorio no importándome si me  escuchaban las personas o no, y el espíritu de Dios se manifestó  justo al salir de la clínica, Daniela sintió su presencia, que le indicaba que ahí estaba, de verdad que algo me hizo voltear hacia arriba, y vimos un objeto curioso en la parte más alta de un árbol… ¡había una corona de ramitas y una cruz!

Ahí el espíritu de Dios me confirmó una vez más que esa fue una gran prueba de amor y que Él ya había muerto en esa cruz por todas nuestras enfermedades y pecados, y que le había agradado nuestra fe inquebrantable.

Mi mayor aprendizaje sigue vigente hasta el día de hoy: creyendo en fe cada vez que viene sobre mí una tormenta, sé que Él siempre está ahí.

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan

Hebreos 11:6