Estamos platicando, dando puntos de vista y comentarios para llegar a acuerdos. Quedamos en que mis argumentos son válidos y los de él entendibles. ¡Estamos de acuerdo! Unos días después discutimos porque habíamos quedado que yo tenía razón y él cree que él tenía razón, ¿Qué pasó con los acuerdos a los que llegamos?
Termina alguien por ceder de malas, y con la ley del hielo por algunos días o mínimo sólo escucharás o harás gruñidos en respuesta cuando te hablan.
Te das cuenta que cada uno entendió lo que quiso.
¿Cuántos malos entendidos estoy dispuesta a seguir pasando por una mala comunicación? Puedo justificar el que yo sí entendí, o lo que dije, pero al final no funcionó, se creó un problema, hubo discusión y los dos nos sentimos mal por eso. Para mí, a veces es difícil decir lo que realmente quiero decir, hay varias circunstancias que me llevan a quedarme callada, seguramente reconoces alguna de estas: si lo digo se va a enojar, si digo lo que siento no va a entender, ya intenté decirle y termina convenciéndome que yo soy la que está mal por sentir eso.
Encontré que me da miedo hablar, qué tal vez no estoy expresando correctamente, mi angustia, temor, preocupación, miedo. Y pensar que si no lo hago bien hará, que hable menos.
Dios me dio palabra que ha confrontado mi ser, y ahora estoy aprendiendo a comunicarme, no con mis palabras, con las Suyas, que sean Sus palabras las que expresen cómo me siento.
“Anda, ponte en marcha, que yo te ayudaré a hablar y te diré lo que debas decir.”
Éxodo 4:12 NVI
“Luego extendió el Señor la mano y, tocándome la boca, me dijo: «He puesto en tu boca mis palabras.”
Jeremías 1:9 NVI
He aprendido que no sólo es hablar, también hay que escuchar. Me di cuenta que en muchas ocasiones estoy tan ensimismada en lo que estoy pensando y sintiendo, que no escucho realmente los argumentos de mi esposo y viceversa.
¿Quieres ser escuchada? presta atención a lo que tu esposo dice y no sólo escuches superficialmente, pídele a Dios poder entenderlo, que Dios te permita escucharlo como Él lo oye.
Así como tú quieres ser escuchada por tu esposo, de la misma forma escúchalo.
Sé que los hombres no se comunican como nosotras, pero también tienen miedo, se preocupan, se enojan, se frustran, y eso como a nosotras nos hace que muchas veces no podamos expresarnos de forma correcta. Muy probablemente no te salga bien al primer intento, pero como todo, es cuestión de práctica.
“Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse”
Santiago 1:19 NVI
Dios nos escucha, lleva con Él todo lo que quieres decir, en tu matrimonio, háblale a Él.
El llevar con Dios primero todo lo que tienes en tu corazón, te dará una nueva visión, y podrás hablar correctamente con tu esposo.
Discútelo con Dios primero, Él te oye, te dará palabras correctas y pondrá los tiempos adecuados para que en tu matrimonio los dos estén con oídos abiertos a sus palabras, y un corazón dispuesto a las soluciones.
Lo que la palabra nos aconseja es:
“En mi angustia invoqué al Señor; clamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos!”
Salmo 18:6 NVI