Y de repente me di cuenta de que el amor se estaba fugando, ya no estaba en el saludo de la mañana, ni en el café de la tarde y mucho menos en la cama.
Solo pasábamos los días de la mejor forma que podíamos, que era sin hablar.
Me case a los 21 años, enamorada, con proyectos y sueños por cumplir, todo pintaba para ir mejor cada día, llegaron nuestros hijos, dos mujercitas y un varón. Cuando tienes tres hijos, te conviertes la mayor parte del tiempo en mamá, claro sumando los afanes de la casa, un trabajo que me llevaba a ocuparme casi 8 horas, entre pañales, rutinas escolares, educar y criar hijos los días pasaban, terminaba exhausta, sin energía más que para tumbarme en la cama y dormir.
Mi esposo, trabajaba y estudiaba prácticamente todo el día, al llegar a casa hacia lo mejor que podía para ayudar con los hijos, entre tareas, dormía y acurrucaba en sus brazos a alguno de los niños.
Los años pasaron, sin un orden real, intentando solo ir al día y cumpliendo con los compromisos que eran más urgentes, dejando a un lado lo que podía esperar. Y así sin darnos cuenta nuestro amor se pausó.
Para nosotros Dios, era alguien lejano, intimidante, que tenía elegidos, a los que les concedía favores, después de hacer muchas obras buenas y juramentos, si los cumplías entonces eras merecedor al premio mayor. Nosotros más bien éramos de los que resolvíamos todo por nuestra cuenta, rezando solo si era necesario o realmente urgente, teniendo en el corazón la certeza de que no serían respondidos esos ruegos.
El caos visitó nuestro matrimonio, la fecha de caducidad había llegado y no daba paso atrás, la palabra divorcio se volvió común, y al parecer la solución infalible. Vivíamos pausados, cada quien, por su lado, el hogar se convirtió en el centro de batallas sin fin. Todos a nuestro alrededor opinaban que era mejor contratar a un abogado para llegar a un buen acuerdo y terminar.
Qué ironía, cuando el mundo te ofrece “un buen fin” Dios te da un buen comienzo, Él es experto en cambiar fechas de caducidad, en quitar la pausa y rebobinar tu historia. Y así lo hizo conmigo, con nuestro matrimonio y mi familia.
Conocí a un Dios cercano, amoroso, que restaura al más roto, y el creador del matrimonio, si Él creo el matrimonio.
Entonces si fue su idea es porque también da las soluciones a cada uno de los desafíos que hay a la unión de un hombre y una mujer. Me dediqué a conocer, aprender y a rendir el control de mi vida al único que podía darnos una oportunidad real para quitar la pausa y poner play a nuestro amor.
Hoy después de 27 años de casada, te puedo compartir que el camino después de Dios no ha sido fácil, pero ha sido seguro y confiable, hemos renovado nuestro amor, somos un matrimonio unido, restaurado, vivo en oración constante, leyendo el manual del fabricante para cada decisión que debemos tomar.
Si, aún hay días en pausa, pero gracias al entendimiento que hoy tengo sobre el amor puedo fácilmente presionar el botón de continuemos.
En la palabra, encontré una gran enseñanza, que por 8 años he comprobado.
“Como ya no son dos sino uno, que nadie separe lo que Dios ha unido.»
Mateo 19:6